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lunes, 14 de marzo de 2011

Amor eterno

Capítulo 4: Nuevamente a tu lado.
Alice y Adam hicieron notar su presencia involuntariamente entrando en casa de ella emitiendo una serie de sonoras carcajadas seguidas.
La chica aún permanecía descalza. El sencillo pero hermoso vestido color lavanda se apegaba fuertemente al esbelto cuerpo de Alice, como si de un bebé orangután que se coge a su madre se tratase. Ese apego era causado  por el bikini mojado por el chapuzón de minutos antes. De su pelo, aún se desprendían algunas saladas gotas.
El joven, sin camisa y con algunas gotas provenientes de su cabello recorriendo su admirable pecho, fue deprisa a saludar a la cariñosa madre de su chica con dos besos,  uno en cada mejilla.
-          Vaya, vaya que animados os veo hoy parejita – dijo divertida la madre acabando de poner los vasos en la mesa.
-          Eso siempre mamá – rió Alice haciendo el avión alrededor de Adam.
-          Bueno, id a cambiaros de ropa antes de comer, que vais demasiado mojados – obligó la madre – Adam, si quieres puedes coger ropa de mi marido.
La pareja hizo caso inmediato y los dos subieron a la habitación de la joven a cambiarse. Alice le prestó unos pantalones cortos marrones clarito y unos calzoncillos a Adam. El chico, al secarse con una toalla, pudo aprovechar su camisa verde de antes.
Mientras Alice se cambiaba, Adam se estiró en su cama observando la agradable escena para sus ojos. Cuándo la chica ya se había desprendido de su vestido color lavanda y cuándo se disponía a quitarse el bikini, se detuvo.
-          ¿Hace falta que te quedes mirando tan fijamente? – preguntó Alice fingiendo estar enfadada.
-          Venga ya Alice, no veré nada que no haya visto ya – dijo Adam divertido.
-          Me importa un comino. Esta situación es diferente. Odio que me observen mientras me cambio. Así que si no te importa sal al balcón un rato anda – le obligó la joven echándolo de la cama.
Adam hizo caso de su chica y salió sin rechistar al balcón. Alice echó el pestillo de la puerta que daba al balcón y con la cortina prohibió cualquier miradita. De esa manera la chica pudo cambiarse tranquila y rápidamente, substituyendo el vestido color lavanda por una camisa sin tirantes naranja y unos shorts blancos. Decidió ponerse unas chanclas naranjas que tenía por ahí olvidadas en un rincón de su habitación por tal de no enfadar a su madre.
Cuándo hubo terminado, apartó la blanca cortina de delante de la puerta que daba al balcón, y se quedó delante observando como Adam permanecía fuera, apoyado en la barandilla, observando a lejos, el mar.
Alice tuvo que picar la puerta un par de veces para captar la atención de su chico, el cuál se había quedado ausente. Éste se giró de inmediato cambiando su seria cara por una sonrisa de alegría al poder visualizar de nuevo a un ángel.
El joven se acercó a la puerta, a la espera de que Alice le abriese para entrar. Pero ésta le miró con ojos picarones y una sonrisa un tanto maléfica y juguetona.
-          La contraseña – inquirió la chica.
-          ¿Qué contraseña? Si no sé ninguna… - dijo el chico extrañado.
-          Claro que no, si yo no te la he dicho – dijo Alice con una sonrisa de oreja a oreja.
-          Pues dímela – pidió Adam poniendo cara de santo.
-          Para conseguirla deberás hacer algunas cositas… - dijo Alice malvadamente.
Adam suspiró sonoramente. Ya sabía de qué iba eso. No era la primera vez que Alice le obligaba a jugar a ese tipo de juego. Y siempre era él quien acababa pasándolo peor.
-          Alice… Sé buena y ábreme… - pidió el chico.
-          Haz algo que me sorprenda – pidió Alice.
Adam rió, dio media vuelta, se aproximó a la barandilla y gritó.
-          ¡¡¡¡HE AMADO, AMO Y AMARÉ POR SIEMPRE A ALICE HADDON!!!!
Alice no pudo evitar esbozar una sonrisa y enrojecerse un poco. Cuándo la chica iba a proponerle otra prueba a Adam, éste cayó repentinamente al suelo. Alice, muy asustada, nerviosa, y esclava del pánico, abrió rápidamente pero con un poco de torpeza la puerta que daba al balcón.
-          ¡Adam! ¡Adam! ¡Adam! ¡Amor! ¡Responde! – gritó Alice situando la cabeza de su amor entre sus manos.
Alice se asustó aún más al contemplar el pálido rostro, blanco cómo el marfil, que tenía Adam en aquel momento. La chica empezó a abofetearle insistentemente. Las lágrimas empezaron a caer sin poderlo evitar por las mejillas de la joven.
-          ¡¡Mamá!! ¡¡Mamá!! ¡¡Sube, rápido!! – gritó la joven histéricamente – Adam, cariño, vuelve en ti…
Alice abrazó fuertemente a su chico, mojándole un poco su rostro con sus propias lágrimas de dolor y sufrimiento.
De repente, la madre de la chica entró en el balcón con el delantal de la cocina aún puesto.
-          ¿Qué ha ocurrido cariño? ¡Hay madre! ¡Adam! – gritó la madre al ver al joven – Rápido, llevémosle a tu cama.
Las dos mujeres cogieron el cuerpo de Adam y lo trasladaron cuidadosamente a la cama de la chica. La madre bajó velozmente a la cocina a por algo con azúcar para el chico.
Tan solo salir de la habitación la madre, Adam abrió los ojos lentamente. No tenía consciencia del lugar dónde se encontraba y aún se encontraba un poco atontado.
-          ¡Amor! – gritó Alice alegremente, abrazándolo con fuerza - ¿Qué te ha ocurrido? ¿Te encuentras bien Adam? – preguntó observándole bien.
-          ¿Eh? Em… Sí, estoy bien, tranquila. Tan solo ha sido un repentino desmayo causado por el calor seguramente. Perdóname si te he asustado cariño – dijo Adam dándole un beso en la frente a su chica.
-          ¿Qué te perdone? ¿Pero qué chorradas dices? Yo no te tengo que perdonar nada, ni que fuese intención tuya desmayarte de repente – dijo Alice.
Adam se dispuso a bajar de la cama, pero su chica se lo impidió por miedo a que se volviese a desmayar si se levantaba tan rápidamente. Alice bajó a la cocina en busca de su madre, quién ya estaba a punto de subir con un buen remedio casero para recuperarse de un desmayo.
Mientras, Adam se quedó pensativo. Ya no podía hacer caso omiso a la información del médico. Ya no podía continuar fingiendo que era un chico normal, sano, con toda una larga vida por delante para disfrutar junto a la persona que más quiere en este mundo. Ya no. Porqué la arritmia acabaría con él pronto. Esa era una realidad de la cual no podía escapar. Pero una realidad que no se atrevía a contarle a Alice. Se estaba planteando seriamente hacer aquello que le permitiría estar por siempre junto a su Alice. No le importaban demasiado las consecuencias, y tampoco si era un egoísta.

Muchas gracias por dedicar unos minutos a leer este microrelato =)
Por favor, comentad que os ha parecido. Gracias de nuevo
Un beso enrome queridos lectores ^^

1 comentario:

  1. OOhhh que bien!! me ha encantado... y ¿el final para cuando? Pues Musky que esta parte me ha gustado mucho, el corazón me ha dejado de latir por un instante cuando Adam (que mono que es xD) se ha desmayado, me pensaba que ya moría :S suerte que no, pero ¿ llevará a cabo su astuto y egoísta plan? Bueno mi Musky!! Sigo a la espera de este maravilloso final... ojalá que no acabara jejeje

    Te quiero Musky!! sigue así y sorpréndenos con el final y con muchos otros relatos más!!

    Besos guapísima :)

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