Pues nada, espero que disfruteis de este capitulo! =)
Un besazo y comentad por favor ^^
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Capítulo 6: Atracción.
Después de escuchar la terrible historia de Ilyra, quedé mudo. No se me ocurría nada inteligente ni coherente que decir. Mi mente permanecía completamente en blanco. Al fin, decidí hablar, aunque solo fuese para romper aquella incomodidad.
- Lamento mucho todo lo que te ha ocurrido. Has debido de sufrir mucho con unos dueños tan horribles – dije.
- Sí, y ahora ya sabes por qué os tengo tanta manía a los humanos… - dijo Ilyra.
- Sí. La verdad es que a veces yo tampoco me he comportado muy educadamente la verdad… Bueno, se ha hecho muy tarde, deberíamos volver a casa ¿no te parece? – comenté.
- Pobrecito nene que tiene miedo a la oscuridad… ¿El nene bueno se va a casita a dormir junto con sus peluchitos para poder madrugar al día siguiente y estudiar mucho? – se burló.
- ¿Cómo que nene bueno? Simplemente no encuentro correcto estar a estas horas de la noche en mitad de la calle, y además sin sentido, porque no hay nada que nos detenga aquí – me defendí.
- Tranquilo Luke, anda vuelve a casa… - dijo Ilyra acariciándome la cabeza.
Teníamos la misma edad, pero ella parecía mi hermana mayor. Me daba rabia que me tratase como a un crio, no lo veía justo. ¿Por qué se empeñaba en vagar por la calle de noche? Finalmente le agarré de la mano derecha y la arrastré conmigo varios pasos.
- ¡Eh! ¿Qué se supone que estás haciendo? Puedes marcharte si quieres, no te obligo a permanecer conmigo, ¡pero de llevarme contigo ni hablar muchachito! – se quejó Ilyra.
- No voy a permitir que pases la noche tirada en la calle y sola – dije continuando caminando.
- ¡Luke para ya! ¿No te das cuenta? Tu situación es peor que la de un pájaro enjaulado. ¡Sé libre de una vez! ¡sáltate las normas, haz lo que te apetezca solo una noche! – me dijo.
- Ahora mismo me apetece dormir – contesté cortándole.
- ¡Imbécil! – me insultó nuevamente.
Le sonreí. Ella me miró con cara de odio, para finalmente dedicarme una sonrisa. Ahora era ella quién me tenía cogido. Empezó a correr hacia una dirección en concreto, y le hice caso. Decidí hacer lo que me apetecía realmente. Aquella noche me apetecía dejarme llevar por ella. Sólo por ella, aquella agridulce chica. Pero claro, aquello era algo que no le podía confesar, pues corría el riesgo de ganarme un buen bofetón y una buena ración de insultos.
Corriendo torpemente como dos niños pequeños, llegamos a un parque. Me soltó la mano y se dirigió veloz hacia los columpios. Me sorprendió. Pero me gustó descubrir aquel toque infantil en la aparentemente adulta Ilyra. Segundos después, disimulando mi interés por ella, la imité.
- ¿Sabes? Me gusta que me hayas traído aquí. Mi madre solía traerme muchas tardes a este parque. Me trae un montón de bonitos recuerdos – le expliqué.
- Te comprendo. Yo también compartía un lugar bonito con mi padre. Era una vieja casa en ruinas, y nos gustaba protagonizar escenas de miedo allí – confesó.
- ¿Tú también? ¡No me digas! En casa de mis abuelos hay un desván enorme y tenebroso dónde solíamos jugar a fantasmas. ¡Algún día te llevaré y te lo enseñaré! Es fantástico – le dije.
Ilyra se limitó a sonreírme. Aquello fue suficiente para alegrarme. Supe que me había sonreído sinceramente, y me sentí bien al ver que poco a poco estaba consiguiendo un pequeño hueco en el corazón de la misteriosa Ilyra. Continuamos columpiándonos en un silencio que no era incómodo en absoluto.
- ¿Sabes? Creo que no me caes mal del todo. No eres un mal tipo. Te había juzgado mal. ¿Amigos? – me dijo bajándose del columpio y entregándome su mano.
- Amigos – contesté dándole mi mano.
De repente, noté como la joven empezaba a apretar más y más mi mano. Era algo sospechoso, pero no le di importancia al ver que seguidamente Ilyra separó su mano de la mía.
- ¡Tonto quién llegue último al césped! – gritó Ilyra corriendo enérgicamente.
Antes de que pudiese dar un paso, noté algo extraño en mi mano. La observé, y me percaté de que enganchado en ella había un chicle, el mismo que Ilyra había estado masticando. ¿Cómo podía ser capaz de ser tan dulce y tan mala a la vez?
Hice ver que tiraba el chicle a la basura, y fui hacia el césped, dónde me estiré junto a Ilyra.
- Me vengaré – le advertí.
- ¿Cómo? ¿Me sacaras la lengua y me dirás niña mala? – rió.
Decidí no hacer comentarios al respecto, y nos quedamos en silencio bajo el negro cielo de la noche. Pocos segundos más tarde, Ilyra y yo empezamos a hablar. Por momentos como ese, valía la pena aguantar las jugarretas que a veces me hacía aquella encaprichada.
Disimuladamente, varios minutos después, me acerqué a ella.
- Vaya, parece que tienes un bichito en la nariz. Quieta, no te muevas ni un centímetro – le dije.
Ilyra, desvelando su fobia a los insectos, cerró muy fuertemente sus ojos y luchó por no gritar y salir corriendo de allí. Me aguanté la risa como pude, y saqué de mi bolsillo el chicle masticado de Ilyra, el cual lo había guardado dentro de un kleenex. Seguidamente, con mucho cuidado, se lo metí en uno de sus orificios nasales, y riéndome a carcajada limpia, salí corriendo de allí.
- ¡Idiota, imbécil, cabeza de chorlito! ¡Te reventaré vivo por guarro! – gritó Ilyra persiguiéndome enfurecida.
- ¡Has empezado tú, maja! – me burlé divertido.
Después de gritarnos y perseguirnos durante unos minutos, caímos rendidos nuevamente en el césped. Una enorme sonrisa caracterizaba los rostros de ambos. Ella misma se delataba. Por mucho que me insultase, no podía negar que me estaba cogiendo cariño y que le caía bastante bien. Al menos se divertía conmigo.
Y de nuevo iniciamos otra conversación. Empezamos con un tema, continuamos con otro, y proseguimos con otro. Y otro. Y otro más. Hasta que se hizo el tan conocido silencio. Finalmente, cansado de no hablar, lo rompí, pero diciendo algo sorprendente en mí.
- Ilyra… ¿Crees en el amor a primera vista? Bueno, en verdad es algo más complicado que eso… Primero crees que odias a alguien, pero luego te das cuenta de que es todo lo contrario. Te cae mal, pero sin embargo no podrías estar sin su presencia. ¿Me entiendes? Pff… No sé qué chorradas estoy diciendo. Simplemente te estoy explicando algo que me ha pasado… - expliqué.
Me notaba realmente caliente. Mi cara prácticamente estaba hirviendo, roja intensa como un tomate maduro. Sudaba, estaba nervioso, me moría de la vergüenza, y a momentos me arrepentía de haber dicho aquello que no venía a cuento. Permanecía histérico a la espera de una respuesta, de un comentario de Ilyra que nunca llegaba. Me daba igual que se riese de mí en mi cara, pero necesitaba que hablase de una vez o estallaría. Con nervios e inseguridad, la observé de reojo. No podía creerlo. Me levanté inmediatamente del césped y comprobé mis sospechas. Ilyra estaba dormida por completo, inmersa en un sueño profundo. En parte, fue un alivio para mí que no me hubiese escuchado decir aquello, pero por otra parte, me hubiera gustado conocer cuál hubiera sido su respuesta.
Me acerqué más a ella. Hasta cuando dormía estaba realmente bonita. Que digo bonita… ¡estaba preciosa! Realmente cautivadora, digna de competir con la belleza de un ángel. Su cuerpo permanecía estirado en suelo, y a primera vista podía parecer un cuerpo frágil, como el de una muñeca de porcelana. Su fina y blanca piel resplandecía con la luz de la luna. Sus cabellos negros, azabaches, sueltos, libres, causantes de la hipnotizadora fragancia a frutas, me volvían a poseer. De nuevo, me sentí irremediablemente atraído hacia ella, sin control, sin freno, esclavo de un impulso repentino.
Y allí me encontraba yo, con mi rostro a escasos centímetros del suyo. Temía que en cualquier momento sus largas pestañas rozasen las mías. Notaba su respiración, que como un huracán, arrastraba mis labios hacia los de ella. Ya me daba igual todo, no era capaz de resistirlo más, el valor, las fuerzas, me habían abandonado.
Entonces, me di cuenta. Ilyra era blanca de piel, sí, pero no pálida, casi incolora. Cercana a transparente. Me asusté, y mucho. Mi corazón se aceleró muchísimo, pero no por el amor, sino por la preocupación. Conocía mucho a cerca de la vida de los reflejos. Aquellos síntomas…
Ilyra llevaba demasiado tiempo fuera de un espejo. Ilyra estaba dejando de ser reflejo. Estaba desapareciendo.