Amor eterno

¡¡Hola de nuevo queridos/as lectores/as!! Primero de todo agradecer a las personas que comentaron la segunda parte del primer capitulo. También doy las gracias a todas aquellas personas que han dedicado unos minutos de su tiempo en leerlo, aunque no hayan podido comentar por el motivo que sea. A todas ellas, muchas gracias ^^
¡¡Pues con esta publicación llegamos al final del capítulo 1!! Puede que aún no entendáis muy bien por dónde va la cosa, pero espero que poco a poco, con los siguientes capítulos entendáis que es lo que pasa realmente.
Cómo ayer dije, al final de cada capítulo podréis realizar una encuesta. La podréis encontrar en la banda derecha de éste blog =P
Y cómo siempre digo, espero que disfrutéis con esta senzilla lectura y que por favor, la comenteis, para poder mejorar día a día. No importa si no os conozco, todos los consejos son bienvenidos =)
Os dejo con la lectura. Un beso muy fuerte y muchas gracias ^^

Capítulo 1: El aire que me mantiene con vida (parte III)

La pareja pasó junta toda la tarde, durante la cual no vivieron momentos menos divertidos que el vivido antes en la playa.

Cuándo ya se hacía tarde, decidieron ir a su lugar secreto, a su cueva escondida, a cenar. Prepararon una cesta con todo tipo de ricas comidas y se dirigieron hacia su escondite dando un tranquilo paseo.

Tan solo llegar allí, abrieron la cesta y empezaron a zamparse rápidamente la comida. Tenían un hambre de lobos, por lo que no tardaron mucho en terminar la cena.

-          Bueno, ya es hora de que me digas que hay de postre. Me tienes intrigado. – dijo Adam con una dulce sonrisa.

-          Está bien.  – Alice sacó de su grande bolso una pequeña neverita. De ella sacó el postre. – ¡Tachán! – dijo la chica mostrándole el delicioso postre a su chico.

-          ¡Mmm! ¡Helados! ¡Que ricos! – exclamó Adam contento.

-          Sabía que te gustaría. Los he comprado esta mañana en la heladería artesanal. Son helados buenos de verdad, y los hacen auténticos italianos. El tuyo es stracciatella, tu favorito – explicó Alice entregándole el postre a Adam.

-          Muchas gracias amor – le agradeció Adam dándole un beso en la frente - ¿El tuyo de que es? Bueno, no sé para qué pregunto…

-          Frambuesa, ¡obviamente! – rió Alice.

Los dos se comieron el helado sin mucho hablar. Preferían disfrutar de la bella noche que les envolvía, de la luz de la luna y de las estrellas, y del exquisito sabor de aquel helado.

Mientras disfrutaba del postre, Adam pensó en confesarle en aquel momento la mala noticia que le habían dado en el hospital aquella mañana. Le dio muchísimas vueltas. Decidió que era mejor contárselo, ya que ella tenía derecho a saberlo. Además, sería mucho peor si se enteraba cuando él ya no perteneciese a aquel lugar, cuándo ya se hubiese marchado para siempre. Así que cuándo los dos terminaron el helado, se dispuso a abrir boca. Pero Alice se le adelantó sin darse cuenta.

-          Si… Si me besas ahora, el beso tendrá sabor a frambuesa – dijo Alice con una voz y una mirada irresistiblemente tierna y seductora.

Adam, quién no se esperaba aquello, tardó varios segundos en reaccionar.

-          Tus besos siempre saben a frambuesa – contestó al fin.

El chico se acercó lentamente a Alice y la besó muy lenta y delicadamente, como si sus labios fuesen el suelo y los de ella porcelana. No pudieron especificar cuánto tiempo duró. Perdieron la noción del tiempo. Se evadieron completamente del mundo. Y solo quedaban él y ella. Adam y Alice.

Cuándo finalmente sus labios se separaron, se quedaron acurrucados observando el estrellado cielo, en silencio.

-          ¿Sabes? Yo… yo no necesito nada más en esta vida. Con solo tenerte a ti me basta. Sé que con nada ni nadie podría ser feliz. Solo contigo puedo ser feliz, tú eres el único que puede hacerme sonreír con ganas, el único capaz de enseñarme lo bello que es vivir, el único que le da sentido a mi vida. – confesó Alice.

-          Sabes que no es cierto. Yo sé que tú me quieres mucho y todo eso, pero reconoce que si algún día yo faltase, lo pasarías mal, cierto, pero lo superarías, serías fuerte y capaz de volver a enamorarte de otra persona tanto como lo estás ahora. – dijo Adam.

Alice se levantó del pecho de Adam, dónde estaba apoyada observando la noche, y se le quedó mirando con una mirada muy triste, de dolor y decepción.

-          ¿Cómo puedes pensar eso? Te piensas que sabes mucho y en realidad no sabes nada. ¿Cómo puedes decir eso de mí? ¿Es que acaso no me conoces? Eres un idiota que no sabe comprender lo mucho que me importas, lo muchísimo que te quiero, que te necesito, lo esencial que eres para mí. Tú, Adam, tú, te has convertido en mi aire. Si tú no estás, yo muero. Y tú eres idiota y no lo captas. – dijo Alice muy afectada.

La chica se levantó del suelo y se dispuso a recoger toda la basura que habían dejado alrededor después de terminar la cena.

Y entonces Adam lo decidió. Decidió no decírselo aquella noche. Ni la siguiente. Ni la otra. Decidió no decírselo jamás. No podría soportar terminar su vida pensando que dejaría a la persona más importante para él sufriendo una terrible agonía. Y egoísta de él, el chico deseaba poder estar siempre disfrutando de la compañía de Alice, deseaba pasar una eternidad con ella. Y sólo había una manera posible de conseguirlo. Adam pensaba poner en práctica la idea que había tenido antes. No sabía con certeza si funcionaria, pero no pensaba irse a casa sin intentarlo.

Él tenía el poder de manipular el viaje a través de las dimensiones, y ella el poder de manipular el tiempo. La idea de que ella manipulase el tiempo para poder vivir juntos más tiempo, era algo que Adam había descartado, pues el joven sabía que esa opción requería tener que contarle a Alice la mala noticia. No había más remedio que juntar los dos poderes. Sabía las terribles consecuencias, pero era la única manera de poder permanecer juntos por siempre. Alice no conocía las consecuencias de usar ambos poderes a la vez, por lo que nunca seria consciente del plan de Adam.

-          Alice, perdóname. Lo siento mucho. He menospreciado tus sentimientos hacia mí. Nunca volveré a dudar de lo que sientes por mí, lo prometo. – dijo Adam cogiendo por detrás a Alice y rodeándole con sus brazos su cintura. – Te amo. – dijo el joven besándole el cuello a su amor.

Alice no pudo más que rendirse ante él. Era demasiado grande la tentación de besarle, de abrazarle, de estar junto a él cada minuto de su vida…

-          Oye, he tenido una idea. Sígueme. – dijo Adam cogiéndole de la mano.

Antes de irse terminaron de recoger lo que habían ensuciado y Alice siguió a Adam. Llegaron al acantilado de siempre, y a Alice le encantó que la hubiese llevado allí. Adoraba los chapuzones nocturnos.

-          ¿No te apetece un viaje en el tiempo a través de las dimensiones? – propuso Adam.

-          ¿Cómo? ¿Algo así se puede hacer? – preguntó la chica extrañada.

-          Claro. ¿Nunca lo has intentado? – preguntó el joven haciéndose el sorprendido.

-          La verdad es que no… - confesó Alice.

-          Pues es fantástico. Solo se puede hacer juntado dos poderes como los nuestros. Es viajar a las dimensiones que existieron y desaparecieron o que aún están por existir. Gracias a tu don de la manipulación del tiempo. – improvisó Adam.

-          ¡Pinta divertido! ¿Y porque nunca me lo has propuesto? – dijo Alice muy animada.

-          Pues porque hasta hace nada yo tampoco sabía que se podía hacer algo así – se inventó el chico.

-          Bueno, a que esperamos. Vayamos allá. ¡Qué emoción! A saber a qué lugar extraño iremos a parar… - dijo Alice encantada con la idea.

Los dos jóvenes, cogidos de la mano se aproximaron al borde del acantilado. Antes de saltar, se dieron un dulce beso y se miraron con una sonrisa de oreja a oreja. Al chico le vino una frase en la mente: es de héroes sonreír cuándo el corazón quiere llorar. Cada uno concentró su respectivo poder por tal de usarlo a la vez y saltaron.

Antes de que tocasen el agua, la pareja de enamorados ya había desaparecido de aquel lugar.