Vistas de página en total

sábado, 12 de marzo de 2011

Amor eterno

¡Hola de nuevo! Espero que el capítulo 2 haya sido de vuestro agrado =)
Como ayer os prometí, aquí tenéis la primera parte del capitulo 3! Deseo que este capitulo os siga gustando y que os anime a continuar leyendo este sencillo microrelato.
Comentad por favor!
Un beso enormeeee ^^

Capítulo 3: Vuelta atrás. (parte I)
-          Eh, chico, ¿te encuentras bien? – dijo una voz masculina desconocida para él.
Adam podía escuchar perfectamente todos los sonidos que le envolvían. A juzgar por el sonido del claxon de un coche, por el molesto rugir de una motocicleta y por el andar ajetreado de diversos zapatos, el chico supuso que se encontraba en mitad de una calle. Sin embargo, no podía abrir los ojos. Cada vez que lo intentaba, una gran luz cegadora producía que el joven cerrase los ojos automáticamente. Era consciente de su alrededor, pero no tenía capacidad para moverse o para hablar.
-          ¿Qué le ocurre? – preguntó una mujer con voz de preocupada.
-          No lo sé exactamente. Me lo he encontrado aquí tirado. Quizás haya sufrido un repentino desmayo – supuso el hombre.
-          Pobrecillo… - dijo la mujer antes de abofetear delicadamente las mejillas de Adam.
Adam quería gritarle a aquella señora que dejara de abofetearle de una vez, que estaba perfectamente consciente. Pero la voz no le salía.
De repente, una voz familiar habló cerca de él.
-          ¿Qué ha ocurrido aquí? Déjenme ver al chico. Soy enfermera, quizás pueda ayudar en algo – dijo una voz femenina.
Adam reconoció de inmediato la voz de su madre. Fue tan grande la alegría que le invadió, que fue capaz de emitir una leve y torpe vocecita.
-          ¿Mamá? – consiguió pronunciar Adam.
Los presentes allí, se quedaron mirando al chico. Tan solo habían escuchado que había dicho algo, pero no habían logrado entender el qué. La enfermera se acercó al chico y con las cálidas yemas de sus dedos pulgares, abrió hacia abajo los ojos del chico para observarlos.
El joven cerró los ojos nuevamente, los apretó, y los pudo abrir por sí solo.  Instantes después, con dificultad y lentitud pudo ponerse en pie con la ayuda de la enfermera. Adam miró emocionado a la enfermera y la abrazó cariñosamente.
-          Mamá, ¡qué suerte que estés aquí! ¡Qué alegría verte! ¿Qué haces aquí? – preguntó Adam seguidamente.
-          ¿Disculpa? Perdone, creo que se confunde de persona. Yo soy Charlotte Huxley, encantada – dijo la mujer dándole la mano. - ¿Se encuentra bien? ¿Qué le ha sucedido? – preguntó.
Adam estaba se había quedado anonadado. Estaba completamente seguro de que aquella mujer era su querida madre. Eso sí, la veía mucho más joven. Bastante más joven. Pero otra cosa era bien cierta: aquella enfermera, al negar ser su madre, lo dijo completamente en serio. ¿Qué estaba ocurriendo entonces? No entendía nada. Estaba convencido de nunca podría confundir a su madre con otra persona. Además, su nombre, su apellido, su profesión. Todo encajaba. Tenía que ser su madre sí o sí.
-          Disculpe. ¿Me ha escuchado? ¿Se siente mareado? – preguntó la mujer.
-          ¿Eh? Ah, no tranquila, estoy bien, no se preocupe. Bueno, tengo que marcharme. Muchas gracias a todos – contestó Adam sin saber que decir.
El chico arrancó a correr antes de alguien pudiese evitarlo. Había dicho que se marchaba, pero en realidad no sabía hacia dónde se dirigía. A medida que avanzaba se percató de aquel lugar le era muy conocido. Estaba  seguro de que había estado allí antes.
Al girar una esquina, se encontró con aquella heladería. La misma dónde había conocido a su querida Alice, hace doce años. Eran unos críos. Críos de ocho años repletos de vida e inocencia. Quién sabe qué hubiera ocurrido si simplemente él no hubiese chocado con ella y no le hubiese tirado su helado de frambuesa al suelo. Quizás nunca hubieran hablado. Quizás nunca se hubieran conocido, ni hecho amigos. Quizás nunca se hubieran enamorado, ni hubieran estado juntos. Quizás nunca hubieran llegado a rozar la felicidad.
Aquella heladería desconcertó al joven. Era imposible que estuviese allí. Ahora estaba seguro de que se encontraba en la ciudad donde se había criado de pequeño, pero sin embargo, recordaba perfectamente que justo un año antes de mudarse a otra ciudad, aquella heladería la trasladaron a otro lugar, y aquel local acabó convertido en una zapatería. Era muy improbable que hubiesen vuelto a poner en aquel mismo local la misma heladería, con el decorado exactamente y los mismos empleados. Todo aquello era realmente extraño.
Adam no lograba recordar cómo había llegado hasta su ciudad natal. Tan solo deseaba volver a casa. Pero no tenía ni dinero ni móvil para pedir ayuda. Finalmente pidió permiso en la heladería para que le dejasen realizar una llamada. El chico marcó rápidamente el número de móvil de su novia.
-          Lo sentimos, el número que ha marcado no existe. Compruebe que…
Adam muy sorprendido colgó y probó a llamar a casa de Alice y después a la suya. Pero de nada sirvió. Después de dar las gracias al empleado que le dejó realizar las llamadas, el chico se dispuso a salir de la heladería. Al abrir la puerta dos críos entraron correteando y riendo dentro de la heladería. Adam se limitó a esquivarlos y a salir de allí con cara pensativa. Cuándo no había avanzado más de cuatro pasos, el joven volvió a entrar en la heladería para preguntar sobre la parada de autobús más cercana.
Tan solo entrar y dirigirse al empleado que poco antes le había ayudado, chocó accidentalmente con la niña que habría entrado alocadamente en la heladería cuándo él salía. Sin quererlo, Adam le había tirado el helado a la pobre cría, la cual puso una cara entre triste y rabiosa. El chico muy apurado se agachó para recoger el helado de la niña y disculparse.
-          Perdóname, perdóname, perdóname… Lo siento, si es que soy un gran patoso… No te vi, perdona… - se disculpó rápidamente recogiendo el helado del suelo.
-          Mi helado de frambuesa… Lo acababa de comprar… - dijo la niña con voz triste.
-          Ahora mismo te compro otro, tranquila – dijo Adam dulcemente observando la bonita niña.
El chico, al observar pausadamente a la niña, se quedó totalmente petrificado. Era Alice. Su Alice. Doce años más joven. Era la Alice de ocho años. Ahora lo relacionó todo. La enfermera de antes, realmente era su madre, tan solo que doce años atrás. Por ese motivo no había reconocido a su hijo tan crecido y cambiado.
¿Que os ha parecido? ¿Os ha gustado? ¿Os ha decepcionado? Podéis expresar vuestra opinión en los comentarios =) Aprovecho para deciros que ya está disponible la encuesta del capítulo 2!
Muchas gracias por vuestra atención ^^

3 comentarios:

  1. ¡PERO QUE ME DICES! Madre mía, esto yo no me lo esperaba... Y ahora ¿qué pasará? Si el Adam más joven no a conocido a Alice, entonces en el futuro...¿llegarán a conocerse? Puff, ahora si que me has matado...Este fragmento, sin duda es el que más me ha gustado y sorprendido ^^

    Muchos besos Musky

    PD: no tardes en seguir publicando las otras partes porfaa!!!

    Te quiero Musky (L)

    ResponderEliminar
  2. Ruuuusky ^^
    Muchisimas gracias guapisima, siempre la primera en comentar =)
    Rusky no te estreses XD no es tan compleja la historia, es todo más sencillo, no te comas la cabeza jijiji XD Mañana publicare la ultima parte del capitulo 3 y entenderas más cosas XD
    Me alegro de que te haya gustado ^^
    Muchos besos Ruskyy
    TE QUIEROOO (L)^^

    ResponderEliminar
  3. Muuuuuuusky!!! :O ha cambiado el pasado, ahora Alice ya no sera su novia :( el pequeño Adam no podra chocar con la pequeña Alice porque el Adam mayor ya lo ha hecho :(
    ecribe que quiero saber que pasa xDDD

    tequierooooooooooooooooo!!

    Maria

    ResponderEliminar