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lunes, 13 de junio de 2011

REFLEJOS

Capítulo 8: La verdad.
Ilyra y Luke se habían quedado paralizados. No sabían dónde meterse por tal de que el agente nos los capturase, hasta que a Luke le vino una idea en la cabeza.
-   Ilyra, sal del espejo, rápido – dijo Luke en voz baja.
El reflejo salió del espejo de inmediato, deseosa de saber en qué estaba pensando Luke.
-   ¿Tú te puedes meter en cualquier espejo? Quiero decir, por muy pequeño que sea el fragmento, ¿entras? – preguntó el chico.
-   Claro, me reflejo en todos lados – contestó.
-   Perfecto – contestó el joven.
Luke cogió una escobilla y la usó para romper el espejo que había allí. Seguidamente escogió un fragmento del suelo, dónde Ilyra se metió lo más rápido que pudo. Instantes antes de que el agente entrase en el baño, el chico se guardó el trocito de espejo en el bolsillo de su pantalón tejano.
-   ¡Eh, muchacho! ¿Se puede saber que estás haciendo aquí? – preguntó el agente con un tono amenazador.
-   Bueeeno, bueeeno, bueeno…No se enfade conmigo colega – contestó Luke dándole una palmadita amistosa en la espalda.
-   ¿Hay alguien más? ¿Se puede saber qué haces aquí? ¿Por qué has roto la ventana? – continuó preguntando el policía.
-   ¡Qué va! Estoy solo. Los cabrones de mis colegas me han dejado tirado. Y yo me estaba cagando y no he tenido más remedio que romper la ventana para entrar. ¿Me comprendes tío? – explicó Luke.
El agente lo observó extrañado y lo olisqueó por tal de averiguar si olía a alcohol.
-   Pero que quede entre tú y yo ¿eh? A mí me llaman el fiera de la pista. Soy famoso por mis bailes y puede que me hayas visto en un par de películas grabadas en los Ángeles. Si quieres te bailo algo colega – dijo Luke intentando parecer serio y seguro.
-   No hace falta muchacho. Venga acompáñame – le dijo el agente.
-   Dale a tu cuerpo alegría Macarena que tu cuerpo es pa’ darle alegría y cosa buena, dale a tu cuerpo alegría Macarena eeeh Macarena…aaahe! – empezó a cantar y a bailar Luke.
-   ¡Ya basta muchacho! Acompáñame a comisaria ahora mismo. Llamaré a tus padres. ¡Ya verás la alegría que les darás cuando te vean en este estado de embriaguez! – dijo el policía agarrándole fuertemente por el brazo.
Luke simplemente se limitó a soltar algunas pocas quejas y a seguir al policía sin rechistar. Estaba orgulloso de su gran actuación de joven borracho. Había sido la primera idea que le había pasado por la cabeza para que no descubriese que había ayudado a ocultar a un reflejo fugitivo.
Al llegar a la comisaría, el policía observó el DNI del joven con curiosidad.
-   ¡Vaya! ¡Pero si eres el hijo de Mathew! Teniendo un padre policía y mira cómo sale el hijo… - dijo el agente.
El policía contactó con el padre de Luke, quién ya iba en camino para recoger a su hijo.
Luke no tenía ni idea de cómo iba a explicarle aquello a su padre. No sabía que era peor: que lo viese “borracho” por primera vez en toda su vida, o que descubriese que intentaba ayudar a un reflejo fugitivo. Lo tenía claro. Era mucho mejor que su padre pensase que estaba borracho.
Cuándo su padre llegó, iba acompañado de la madre de Ilyra. No parecía enfadado ni decepcionado. Luke no entendía nada.
Al salir de la comisaría, Luke empezó a andar torpemente, como si continuase borracho, pero su padre lo detuvo.
-   Luke, hijo, deja de fingir de una vez. Ya sé que no estás borracho. Saca a Ilyra del bolsillo por favor – dijo su padre.
El joven se quedó petrificado. ¿Qué acababa de decir su padre? ¿Había descubierto que los nuevos vecinos eran reflejos fugitivos?
-   ¿Cómo sabes…? – empezó a preguntar Luke.
-   Cuando era joven no salí con Bridget Harlow. Salí con su reflejo. Me enamoré de su reflejo. Y me he vuelto a enamorar – confesó su padre mirando dulcemente a Bridget.
-   ¡Pero si tú odias a los reflejos! – dijo Luke sin entender nada.
-   No es cierto. Simplemente les cogí rabia el día en el que Bridget me abandonó. Pensé que me había dejado por no ser un reflejo como ella. Por eso empecé a odiarles… Pero ahora todo es diferente. Tanto en Bridget como en mí han vuelto a surgir los mismos sentimientos que tuvimos de jóvenes… - continuó explicando Mathew.
-   ¿Y cómo sabes lo de Ilyra? – preguntó Luke.
-   Los reflejos tienen algo extraño, desprenden un aura propia, que hace que otros reflejos puedan identificarlos. Por eso ahora mismo noto, siento que Ilyra está en el espejo guardado en tu bolsillo – explicó Bridget, la madre de Ilyra.
Luke asintió levemente con la cabeza y se sacó el fragmento de espejo de su bolsillo. Seguidamente salió Ilyra, quién ya se había recuperado.
Los cuatro juntos volvieron a sus respectivas casas en silencio. Era tarde, y apenas había nadie por las calles. Al llegar a sus hogares, Ilyra y Luke observaron cómo Bridget y Mathew se despedían dándose un precioso beso en sus respectivos labios. Cuándo los dos entraron en casa, Luke e Ilyra se quedaron solos en mitad de la noche.
-   Ilyra… ¿Lo que ha ocurrido hoy entre nosotros, ha sido real? – preguntó Luke sonrojándose ligeramente.
-   ¿Qué ha ocurrido? ¿Ha ocurrido algo? – preguntó Ilyra haciéndose la despistada.
Luke quedó sorprendido, decepcionado, lleno de rabia. ¿Cómo podía preguntar eso Ilyra? Después de lo que habían vivido, de las cosas que se habían dicho, ella no podía hacer ver que no había ocurrido nada.
La chica observó el rostro descompuesto de Luke, y rio internamente ante el chico inocente.
-   ¡Idiota! ¿Cuándo dejaras de ser tan inocente e ingenuo? – rio Ilyra, ahora sí, externamente.
-   ¿Qué? ¿Cómo dices? – se sorprendió Luke sin entender nada absolutamente.
Ilyra se acercó a Luke tan rápidamente que al chico no le dio tiempo a verla caminar. La chica acercó sus suaves, carnosos, delicados y tiernos labios a la mejilla sonrojada de Luke. Fue un beso pequeño y rápido, pero tan extremadamente dulce como un algodón de azúcar. Eso bastó para que el corazón de Luke latiese mucho más rápidamente y se tornase rojo como un tomate. Inmediatamente después del besito, Ilyra acercó sus labios al oído de Luke.
-   Te quiero – le susurró Ilyra.
La joven, sin obtener respuesta, se fue hacia su casa casi tan veloz como un guepardo.
Habían pasado ya unos tres minutos cuándo Luke aún seguía de pie en mitad de la calle en el mismo lugar de antes. Ni un paso más ni un paso menos. Estaba embobado, intentando procesar todo lo que había ocurrido en tan pocos segundos. Se sentía idiota. Le hubiera gustado poder besar a Ilyra. Pero no en la mejilla, sino en sus tentadores y seductores labios. Y sobre todo, le hubiera gustado confesarle lo mucho que la quería.
Finalmente su padre, desde la puerta de su casa, llamó a Luke para que entrase. Así lo hizo el joven, y una vez en su cama, supo que las pocas horas que quedaban de aquella noche no las utilizaría para dormir. Las invertiría en pensar cada segundo en la loca de Ilyra.

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